Seguro mi compadre creyó que estaba dispuesto a escuchar
todos sus disparates e incluso consolarlo o verlo llorar. No tenía la más
mínima idea de qué hacer y lo único que se me ocurrió fue decirle que nos
fuéramos a echar un litro…
Para mi poca fortuna él no pudo responderme de tanto que
estaba llorando por extrañar a su ex amada, estaba babeando de tanto que tenía
la boca abierta por llorar. Y si trataba de hablar, simplemente balbuceaba y no
se le entendía nada. A mi compadre no le importaba que estuviéramos frente a la
tienda y estaba haciendo el gran espectáculo, cuando de repente, otro compadre
apareció en la esquina con dos envases de chela vacíos, él, compró dos litros,
los destapó y los empezó a rolar.
Mi compadre sin consuelo silenció su llanto, recibió la
cerveza y cual bebé con biberón dejó de sentirse mal. Compartió sus puntos de
vista y los tres paramos con la palabra salud más gastada que en hospital.